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Mostrando entradas de febrero, 2014

Pequeña historia de la locura

Ojalá fuéramos ciegos para mirarte y no sonreír como bobos. Ojalá se cayese la luna, robársela a los lobos y regalársela a la única estrella que un día se fundió con ella. Ojalá todo esto no fuera una locura. Ojalá fuera manco para no recordar qué se siente cuando se baja del cielo a su cintura. Ojalá fuese mudo para no contarle a los sueños el sabor de la amargura. Ojalá todo esto no fuera una locura.

Los cuatro elementos

Cada vez creo más firmemente que el que nace esclavo vive para ser libre y que el que nace libre vive para no ser esclavo. Y pensando que es lo más probable le da la espalda a la vida sin saber que es indomable. Apostando que el viento no arrasará lo impenetrable. sin saber que no se puede nadar contracorriente, creyendo que el fuego puede derretir la piedra, que el sol no ahoga a las estrellas desde oriente y asegurando que el hombre es el dueño de la Tierra.

Carta al amor según San Valentín

Te escribo porque no tengo nadie a quien escribir. Tengo muchas cosas que contarte y millones de respuestas que preguntarte. Me gustaría decirte que me eres indiferente, pero que te voy a contar, si sabes que no paro de buscarte. Te podría hacer mil canciones y dedicarte más versos pero para qué, si al final vendrás sin llamarte. No necesito catorces de febrero, para decirte que te quiero, ni ramos de flores, ni caricias por la espalda, ni abrazarte cuando llores, ni mejillas sonrojadas. No lo necesito para decirte que quiero, ya sabes que vivo en el filo de la navaja, a dos pasos del abismo, y que aquí te espero para que, si tu quieres, el precipicio sea más llevadero Y ahora dime: ¿por qué una noche, en cuanto me di la vuelta, te fuiste? Al menos podrías haber cerrado la puerta, así no habría pensado que volverías, como tarde al mediodía... No se, ¿por qué no me dijiste adiós? Ya ves como soy, no he tardado en escribirte, no te habría gua

Astilla

Ay mendiga, muéstrate, ten valentía no te escondas sé que estás no es cosa mía. Hazme caso no me hagas rabiar si te digo que te marches te vas. Esto es una pequeña prueba, de que, por muy inútil que sea lo que quieras decir (me clavé una astilla y lo escribí), siempre hay mil formas de decirlo y de que, si queremos ver florecer una rosa, lo más importante es plantarla. Lo mismo ocurre con las palabras y los sentimientos, la belleza no está en el resultado, ni en rimas perfectas ni en metáforas doradas, la belleza está en querer hacerlo, en intentar expresar lo que se siente, por absurdo que sea, en atreverse a darle forma. La belleza no se transmite, la belleza es transmitir.

Reflexión de las cinco y media.

Pasen y vean, fíjense como el destrozo hace un apocalipsis de la dulce Dulcinea. Acérquense si quieren, miren si lo desean como ni la más fuerte pasión puede complacer a Melibea. Créanme, en lo poco se atormentan y en lo mucho no se contentan. Es fácil si se lo plantean.

El Hipócrita II

Vístete de oro y fórrate de cuero. Disfrázate de confusión y rodéate de indiferencia. Hazte el desconocido para que quieran conocerte. Peina bien tu imagen y aparenta autenticidad para que llegue una pobre mariposa y seas su red letal. Sé descuidado pero no descuides tu dejadez. Píntate el paisaje que quieras que al final, te lo vas a creer. Vístete de oro, pelo con patas, que te quedarás solo y ya ni las ratas te querrán ver.

Sevilla

Imagen
Ya regreso a Castilla con sus campos y sus gentes, atrás queda Sevilla con sus calles de alegría, su saborío, su gentío, su alboroto. Atrás queda Sevilla, su rocío, sus alardes de maravilla. Atrás queda Sevilla y sus noches gitanas. Atrás queda la Giralda, con su torre mora y sus campanas cristianas. Atrás queda Sevilla y su alegre judería: el barrio de Santa Cruz y la Plaza de doña Elvira. Atrás quedan los barrios como el de la morería, que brilla en su Sevilla con sus mil puntas de ojiva. Atrás queda Triana salpicada por la orilla. La tierra de la guitarra que chispea a todas horas en las terrazas de Santa Ana. Atrás queda la torre que busca a la de Plata y que no por ser del Oro esconde ningún tesoro. Atrás quedan los pasos que en la Santa ven llover, se queda en su San Lorenzo el Jesús del Gran Poder. Ya regreso a Castilla, con sus campos y sus gentes, con su dorado indecente. Atrás queda Sevilla con su colorido permanente.