La princesa del Caribe.
Bebía dulce el amargor del café, sentía frías tus manos que me abrasaban sin saber, sin saber que ya era medianoche, que iban varias tazad y que no andaba lejos el amanecer. Pensaste que ya era hora de apagar la luz y echar a dormir. Y yo pensé, triste de mi, que Bella Durmiente despertaría Cenicienta. Pero yo tan caliente y con tanta fantasía... era imposible que no estuviera satisfecha. Total, que se despertó al mediodía y la princesa, ya no era azul turquesa era más bien negro tirando a piratería. ¿Y su mirada? más bien perdida, ya no era de oro y plata, tal vez bisutería. Y el universo de sus ojos engullido por la pupila. Se le quejaba la vida, le gritaba en rebeldía. Pero la muy pirata seguía a toda vela rumbo al horizonte sin saber qué le dolía. Puede que el timón de la carabela la devuelva a la orilla, como la gaviota que vuela, quién sabe, quizás algún día. Verás que la más bella de las flores marchita, y sabrás que da igual, q